sábado, 9 de abril de 2011

LA MEDITACION

C L U B  D E  L O S  1 2 0  A Ñ O S

La Habana, 15 de Diciembre de 2005

Milenarios secretos de la meditación

 POR JOAQUIN  ORAMAS

HACE dos años, una información científica interesó al mundo de la salud, especialmente a quienes dan crédito a las terapias alternativas y se guían por una visión  integradora del ser humano. Según estudios, la meditación mejoraría el estado de salud al ejercer una influencia positiva sobre el sistema inmunológico. Mucho se había hablado, aunque de manera informal, sobre los beneficios de la meditación y la calidad de vida que lograban quienes la aplicaban con una práctica perseverante. Pero las investigaciones llevadas a cabo por el profesor Richard Davidson, de la Universidad de Wisconsin, EE.UU., entre otros científicos de notoriedad mundial, parecen aportar datos concretos. El objeto de esos estudios fue el sistema nervioso de las personas que podríamos llamar expertos en meditación: los monjes tibetanos cuyos cerebros, los científicos fueron a investigar a sus monasterios.

Probablemente el propósito de poner a los monjes como objeto de estudio era demostrar que la meditación tiene un efecto saludable en su más amplio sentido, pues abarca el cuerpo, la mente y el espíritu.

Nuestra capacidad de desear no es sólo lo que necesitamos hoy, sino lo que añoramos del ayer y lo que queremos para mañana... El Budismo propone como la culpable a nuestra capacidad de discernir, recordar y desear, es nuestra mente. Los más grandes maestros del Yoga del discernimiento también lo aseguran, al decir que la gran mayoría de las personas no disponen de su mente, sino que su mente dispone de ellas; no piensan, sino que son pensadas por sus pensamientos. Meditar es el proceso en el cual la mente percibe completamente el objeto que tiene en consideración. “La meditación es una abstracción del pensamiento en un objeto hasta unirse a él”, afirman analistas. Quienes agregan que, en general, nuestra mente se encuentra permanentemente diversificada por incontables pensamientos en constante ebullición.

Y afirman que para poder abstraer nuestro pensamiento en el objeto elegido, primero es necesario disciplinar la mente. Enseñarle a quedarse fija en un punto, lo cual consiste en la concentración, que señalan como  algo muy difícil para el hombre actual, cuya mente se ve más que nunca diversificada por tantos estímulos externos e internos. Según algunos, la incapacidad de lidiar con todos ellos constituye el inicio de los procesos de estrés.

Precisamente, entre los resultados de los estudios sobre los monjes meditantes se observa una mejoría en los mecanismos cerebrales que detienen los procesos de estrés a través de un mayor aprovechamiento de las funciones del lóbulo cerebral izquierdo. Las emociones negativas se desechan con mayor facilidad y las positivas surgen con más naturalidad.

 El objetivo de la meditación no es curar o prevenir enfermedades. Ni los monjes tibetanos ni los miles de meditadores que siguen otras escuelas y tradiciones orientales milenarias se proponen eso al sentarse a meditar. El propósito es alcanzar la iluminación, la conciencia del Absoluto, para lo cual es necesario acallar las convulsionadas voces de la mente. Esas voces, según las enseñanzas del Buda, son las vibraciones que provocan los innumerables deseos que nos acosan.

 Pero resulta que en su proceso estas personas observan en sí mismas muchos beneficios secundarios. Su ansiedad disminuye; su estado de ánimo se vuelve menos turbulento; adquieren otra perspectiva ante los problemas. Para poder sostener la práctica su organismo debe ser disciplinado en varios sentidos: ajustes en la alimentación, técnicas de respiración adecuadas, ejercicios que preparen el cuerpo para sostener determinada postura... 

“La meditación no se propone, en primera instancia, aliviar el sufrimiento. Posiblemente esto sea un efecto de comenzar a ver la Realidad tal cual es.

Los científicos observaron que dentro de los grupos de pacientes de diversas enfermedades (cáncer, por ejemplo) los que meditaban tenían una mejor evolución de su afección. Creen que éste es el resultado de un cierto estilo de vida que la persona que medita va adoptando casi naturalmente.

La práctica regular de técnicas de meditación al estilo oriental mejoraría el estado de salud ya que tiene una influencia positiva sobre el sistema inmunológico, según las investigaciones llevadas a cabo por Richard Davindson. El objeto de estudio fue el cerebro de los monjes tibetanos.

Ya hace algunas décadas Herbert Benson, de la Universidad de Harvard, en sus investigaciones llegó a la conclusión de que la meditación contrarresta los mecanismos cerebrales asociados al estrés. Por lo que contribuye a la calidad de vida.

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