sábado, 9 de abril de 2011

DALAI. LAMA

PHAYUL.com
Por Vijay Kranti*

Nueva Delhi – 25-03-2011

Al Dalai Lama siempre le ha gustado presentarse como “un simple monje”. A los que no han recibido la bendición de respetar, o al menos apreciar la humildad como una virtud humana, les puede parece que este monje tibetano estadista es una persona “débil” o “tímida”, a la que se le puede empujar y zarandear.

Irónicamente éste ha sido el caso de los dirigentes del Partido Comunista Chino que han ido tratando con el Dalai Lama desde que era el adolescente que dirigía el país que al final acabó siendo su colonia. A su debido tiempo la historia ha demostrado que China hubiera ganado mucho si sus dirigentes hubieran comprendido mejor a este hombre y lo hubieran tomado en serio.

En lugar de escribir una tesis para probar esta cuestión prefiero preguntarme ¿por qué los gobernantes de un país armado con el ejército más poderoso del mundo moderno, con enormes recursos económicos y con una población de 1.300 millones de personas, parecen tan miserablemente irritados frente a un apátrida que guía a un grupo microscópico de 150.000 pobres refugiados?. Lo más irónico de esta situación es que estallan en ataques cómicos cuando este “simple monje” decide dejar el limitado poder que ha venido ostentando como líder de este puñado de personas.
Sobre su reciente propuesta de interrumpir el tradicional proceso de elección  del Dalai Lama a través de la reencarnación, los dirigentes de Beijing no supieron hacer otra cosa que mostrarse como un grupo de bromistas sermoneándole sobre la promoción y protección de “las tradiciones tibetanas” y “los rituales religiosos”.  Al oponerse a la decisión del Dalai Lama de abdicar de su poder político a favor del Primer Ministro y los 46 miembros del Parlamento, han expuesto vergonzosamente su vulnerabilidad frente a un grupo de 47 representantes electos de esta comunidad de refugiados.

Beijing ha utilizado a Pema Choeling, un colaborador tibetano nombrado  Gobernador de la Región Autónoma del Tíbet por las autoridades chinas, para refutar y denunciar la propuesta del Dalai Lama. Pema Choeling dijo en Beijing a los periodistas occidentales: “Debemos respetar las instituciones históricas y los rituales religiosos del Budismo Tibetano”. También recordó al Dalai Lama que “el Budismo Tibetano tiene más de 1000 años de historia y que la tradición de la reencarnación de los Dalai Lamas y los Panchen Lamas se ha mantenido durante varios cientos de años” Además añadió: “Me temo que nadie puede abolir la tradición de la reencarnación”. Pema fue el reflejo de la crispación  y shock de Beijing al ver desmoronarse sus planes de zanjar la cuestión del Tíbet, cuando el actual Dalai Lama fallezca, nombrando como sucesor a un candidato cuidadosamente seleccionado por ellos.

Curiosamente esta declaración del Dalai Lama llegó durante el período en que se estaba concluyendo el proceso de elección del nuevo “Kalon Tripa” (Primer Ministro) del Gobierno Tibetano en el Exilio y del “Chitue” (Parlamento). Está previsto que el mandato de 5 años del Primer Ministro y del decimoquinto Parlamento se inicie en Junio del presente año.

En la tradición tibetana la autoridad suprema espiritual y temporal del país es conferida al Dalai Lama y este título pasa a su reencarnación después de su muerte. El actual Dalai Lama, Tenzin Gyatso (75) es el decimocuarto de una sucesión ininterrumpida de más de 500 años. El Dalai Lama anunció su decisión en Dharamsala en su declaración anual del 10 de Marzo, fecha en que se conmemora el 56 aniversario del fallido Alzamiento Nacional Tibetano contra el dominio chino de ocho años sobre el Tíbet y su posterior huida al exilio en India en 1959.

¿UN ACTO DESESPERADO?

Para las personas externas que han contemplado la escena del Tíbet desde la distancia o que simplemente han tenido alguna referencia sobre la evolución  política de China, la decisión del Dalai Lama puede parecer brusca o producto de la desesperación proveniente de su fracaso en sus relaciones con sus homólogos chinos. Pero los que ha seguido sus movimientos políticos con interés microscópico desde sus primeros años en el exilio, comprenderán que el anuncio hecho por el Dalai Lama el 10 de Marzo es la culminación lógica de un proceso que empezó hace 50 años, con el objetivo de establecer un sistema alternativo efectivo y duradero para mantener viva la lucha tibetana más allá de lo que perdure su propia vida. Esto explicaría la crispación china y la cómica postura de Beijing persistiendo en promover y proteger “las tradiciones tibetanas” y “los rituales religiosos”.

UN DALAI LAMA DEMOCRÁTICO

Haciendo un breve repaso, una de las primeras decisiones que tomó el líder religioso del Tíbet, una vez exilado a consecuencia de la ocupación china, fue reemplazar el sistema tradicional teocrático por un sistema democrático. En 1963 presentó un anteproyecto de constitución que requería un gobierno democrático a través de un sistema parlamentario, basado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Empezó con un parlamento cuidadosamente seleccionado y un gabinete de ministros nombrado por él, pero en poco tiempo pasó a convertirse en un parlamento electo el cuál elegiría a su propio Primer Ministro.

En 1991 redactó de nuevo la constitución con el objetivo de dar más protagonismo al parlamento electo, para que éste pasara a ser el centro del poder supremo del sistema tibetano. La nueva constitución, más conocida como “Estatutos para el futuro Tíbet”, otorgó poder al parlamento incluso para abolir la posición suprema ejecutiva del Dalai Lama en el caso de que se constatara que “el Dalai Lama no consiguiera llevar a cabo sus obligaciones nacionales”.

En el 2001 el Dalai Lama fue aún más lejos en su democratización del sistema al introducir un Primer Ministro elegido directamente, el cuál rendiría cuentas al parlamento electo. Limitó su propio cometido solo a jefe ejecutivo nominal del Gobierno Tibetano. Y ahora después de un paréntesis de una década ha pedido al parlamento que revise una vez más la constitución para que el Dalai Lama no ostente ningún poder político, ni tan siquiera nominal.

Con las nuevas enmiendas cualquier futuro Dalai Lama será solo un “líder religioso” supremo, desprovisto de sus tradicionales poderes políticos y ejecutivos. Incluso después de esto, el Dalai Lama ha pedido a la comunidad tibetana abolir el sistema tradicional de elección del nuevo Dalai Lama a través del sistema de reencarnaciones y que reemplazarlo por un sistema de sucesión por el cual el título pasa a una persona competente y docta, con capacidad reconocida de erudito y líder.

UN GOLPE MAESTRO

Si se llegan a aplicar, las nuevas propuestas del Dalai Lama contienen muchas ventajas políticas y sociales, vitales para la microscópica comunidad tibetana en el exilio de 150.000 personas, enfrentándose a un adversario con una población de 1.300 millones. Tienen el potencial de arrebatar la mayoría de las iniciativas políticas de las manos de los dirigentes de Beijing, quienes están esperando ansiosamente que el Dalai Lama fallezca para poder presentar su propio bebé marioneta encarnado como el “verdadero” Dalai Lama.

En la retaguardia, el nuevo “Gobierno en el Exilio” con los poderes que hasta la fecha ostentaba en Dalai Lama, gozará de una mejor condición en la arena internacional. El nuevo sistema promete suministrar a los tibetanos un liderazgo popular institucionalizado con una vida mucho más larga que cualquier ser humano, es decir el Dalai Lama como persona. La pregunta sigue siendo: ¿resultarán capacitados y sinceros los nuevos representantes elegidos?.

¿UNA VÁLVULA DE ESCAPE?

El nuevo procedimiento también salvará al sistema político tibetano del grave peligro de inercia y confusión que podría crearse después de la muerte de un Dalai Lama y con un vacío de poder durante un período de unos 20 años, puesto que los poderes ejecutivos solo se transfieren cuando su encarnación alcanza la mayoría de edad. Todos los gobiernos tibetanos de los últimos 500 años han sufrido este “bardo” político. (“bardo” es un término espiritual en el sistema tibetano, se refiere al período de transición entre la muerte de una persona y su próximo nacimiento). En la historia del Tíbet se han dado muchos casos en los que durante este tiempo de transición los miembros del comité de regentes manipularon y abusaron de los poderes políticos y ejecutivos del Dalai Lama. Incluso se dio el caso de que algún Dalai Lama falleció en circunstancias dudosas siendo todavía un niño.

Curiosamente, a pesar de todos estos beneficios para la comunidad en el exilio, el nuevo sistema no va a eliminar las ventajas que el Dalai Lama ha acumulado durante los últimos años gracias a que goza de fama y carisma entre la comunidad internacional.  Al contrario, este nuevo papel puede liberarle de la mayoría de las responsabilidades que pesaban sobre él en su anterior cargo político como jefe ejecutivo de un “gobierno en el exilio”. Su nueva posición puede ser muy útil para los gobiernos y jefes de estado que hubieran deseado recibir al Dalai Lama pero que se abstuvieron por miedo a contrariar a Beijing.

No hay comentarios:

Publicar un comentario