En 1949 el Ejército Popular de Liberación invadió un país apenas conocido en Occidente, el Tíbet. Ubicado al suroeste de China y al norte de la India, y con una extensión equivalente a tres cuartas partes de México, el Tíbet soportó los primeros años de invasión sin oponer resistencia; sin embargo, para el 10 de marzo 1959 inició en Lhasa (la capital) el Levantamiento Nacional Tibetano con la mayor manifestación en la historia de ese país para exigir que los chinos salieran del Tíbet y reafirmar su independencia. El ejército de China reprimió con brutalidad el movimiento, por lo cual S.S. el Dalai Lama, líder espiritual y jefe de Estado, salió en busca de asilo político.
Durante los siguientes años, S.S. el Dalai Lama ha buscado el apoyo de la ONU, la cual emitió resoluciones adoptadas por la Asamblea General en 1959, 1961 y 1965, solicitando a China que respetara los derechos humanos del pueblo tibetano y su deseo de autodeterminación. Para 1988, S.S. el Dalai Lama modificó sus demandas con la intención de llegar a un acuerdo y propuso la creación de un Tíbet democrático y con gobierno autónomo, en asociación con la República Popular de China.
A pesar de lo anterior, este país ha insistido en que su intervención tiene el fin de ayudar a los tibetanos, respetando su cultura y sus derechos humanos. Sin embargo, si se toma como ejemplo que de los 6,259 monasterios que había en 1959 en el Tíbet, para 1976 sólo quedaban alrededor del 10% en pie, además del hecho de que entre 1959 y 1979 la población se redujo a 1.2 millones (una sexta parte de la que había antes), se puede apreciar que el discurso de China no es preciso. Entre las diversas medidas que afectan al pueblo tibetano, se encuentran las siguientes: libertad religiosa superficial intervenida mediante el adoctrinamiento político, transferencia de población china al Tíbet (situación que viola acuerdos como la 4ª Convención de Ginebra, 1949), presencia militar, daños a la ecología (mediante la destrucción de bosques para crear campos agrícolas, pruebas nucleares, producción de armas, extracción de uranio y desechos tóxicos), etc.
Los llamados internacionales han propiciado que China procure mejorar ciertos aspectos, por lo que se ha dado a la tarea de reconstruir algunos monasterios, los cuales se exhiben en brillantes carteles como atractivo turístico, aunque el acceso es restringido. También se señala el elevado subsidio que Beijing destina a lo que ahora se conoce como la Región Autónoma del Tíbet, además de la apertura a la inversión extranjera. Esto se refleja en la construcción de carreteras, campos aéreos, centrales eléctricas y puentes. Sin embargo, en el caso de las carreteras, éstas sirvieron sobre todo para fines militares, pues no fue sino hasta 1980 cuando se estableció un servicio de transporte público. Las principales quejas de las voces tibetanas señalan problemas como el bajo índice de alfabetismo, la discriminación, el desempleo y el desplazamiento a favor de los colonos chinos.
En 1991 la Subcomisión para la prevención de discriminación y para la protección de minorías de la ONU, presentó la resolución de la “Situación del Tíbet”, documento que señalaba la violación de derechos humanos y de libertades fundamentales, así como la amenaza a la identidad cultural, religiosa y nacional distintiva del pueblo tibetano. A partir de entonces, dicha Subcomisión se ha dedicado a recabar evidencias que contradicen el desarrollo de los tibetanos que supuestamente ha logrado China. Por otra parte, en 1992 el Congreso de los Estados Unidos y el Parlamento de Australia reconocieron al Tíbet como país independiente.
Hace poco, cuando S.S. el Dalai Lama visitó Canadá, China protestó y señaló que el gobierno canadiense ejercía también una intervención en la provincia de Quebec. La respuesta fue contundente: No hay punto de comparación, pues dicha provincia decidió permanecer unida a Canadá mediante un referéndum, tiene derecho a conservar su lengua y las condiciones de vida son excelentes. ¿Hay algo de esto para el Tíbet? Ciertamente se observa un desarrollo en la región, pero por desgracia no es la mayoría del pueblo tibetano quien ha recibido los beneficios. Fuentes:
- www.tchrd.org
- www. tibet.com/WhitePaper/exesum.html
- www.tibetoffice.org/sp
- www.usinfo.state.gov
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