Discriminados
Sentimos al otro, como distinto y el otro soy yo.
Todos tenemos naturaleza de Buda.
Por qué no podemos reconocer eso?
Creamos paredes, muros,nacionalidades,creencias,doctrinas, sistemas,etc.para separarnos.
Pensamos que nos da seguridad y lo único que hace es encerrarnos ,no ver, no sentir ,no poder ponernos en lugar del otro.
Cómo practicantes qué hacemos.?
Nos falta incluir al otro en la intención de nuestra práctica es el sentido de toda nuestra acción.
Basta de perder el tiempo, vayas a bruñésemos al otro hasta nuestra última gota de sangre.
En un país que abrió sus puertos a la inmigración, pero los cerró a la integración de la diversidad; que sancionó el matrimonio igualitario, pero naturalizó las frases peyorativas; morochos, pobres, migrantes, indígenas y judíos; viejos, discapacitados, travestis y mujeres todavía padecen situaciones de rechazo por parte de una sociedad que se resiste a convivir con la diversidad.
Textos LUCIANA ROSENDE
Fotos MARTINA MORDAU
Argentina no es Francia. Acá, resuenan todavía los festejos por la aprobación de la ley de matrimonio entre personas del mismo sexo. Allá, la deportación de gitanos desató un repudio en (casi) todo el mundo. Allá, la discriminación y el racismo. Acá, ¿la diversidad y la tolerancia?
¿O no es tan así? ¿Cómo trata esta sociedad a sus minorías étnicas y sus inmigrantes? ¿Y a sus enfermos? ¿Cuánto respeta a sus mujeres y sus ancianos? Muchas veces naturalizada, la discriminación está impregnada en la cultura nacional.
Forma parte de su pasado y de su presente.Y, en tanto siga siendo silenciada e invisibilizada, también de su futuro.
Acá, donde según el mapa de la discriminación elaborado dos años atrás por el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (Inadi), tres de cada diez personas fueron discriminadas alguna vez y cerca de cinco presenciaron algún acto de discriminación, no es lo mismo ser hombre o mujer a la hora de acceder a un puesto jerárquico.
No da igual tener la piel blanca o morena para ingresar a un boliche o ser atendido en la guardia de un hospital.
No es indiferente a las miradas tener rasgos aindiados, usar kipá o tener una discapacidad visible. Son tantos los ‘otros’ señalados con el dedo, que la línea de consulta gratuita del Inadi (0800-999-2345) recibió entre enero y agosto de este año un promedio de 2.900 llamados por mes.
Volvete a tu país
“El primer trabajo que conseguí fue como empleada con cama adentro.
Después de las primeras dos semanas me estaba muriendo de hambre, porque no me daban de comer. Estaba flaquísima. Fui a pedir si me podían adelantar algo del sueldo y me dijeron que me fuera. Que si no estaba conforme, me volviera a mi país”, cuenta Yenni. Nació en Perú, pero vive
desde hace una década en la Argentina.
Migró por necesidad económica, para enviar dinero a sus padres y a su hija. “Con el paso del tiempo fue un poco más fácil. Pero la discriminación siempre está.”
Este país que convocó y tan bien recibió a los barcos europeos a fines del siglo XIX, no da la bienvenida a los micros que llegan desde Bolivia, Perú y Paraguay. “La migración limítrofe cruza razones de clase, raza y etnia. Y siempre fue leída como contraposición a la europea. Con los asiáticos es distinto; nunca se construyó el nivel de prejuicio que hubo y hay hacia los inmigrantes de países limítrofes”, compara la antropóloga María Inés Pacecca, directora del Área de Investigación de la Asociación por los Derechos Civiles (ADC).
“La portación de rostro marca mucho y habilita prácticas discriminatorias”, señala María Inés Pacecca, antropóloga de la ADC.
El colectivo más visible desde lo fenotípico, explica, es el de los bolivianos: “La portación de rostro marca mucho y habilita prácticas discriminatorias”.
Tal como percibe Yenni, la situación de los migrantes de países limítrofes registra algunas mejoras en los últimos años. La reciente reglamentación de la Ley de Migraciones, por ejemplo, facilita el acceso a la educación, la salud y la acción social. Claro que las prácticas discriminatorias culturalmente instaladas no se borran por decreto. “Ante el cambio de la ley se aseguran más derechos, pero muchas veces hay dificultades de aplicación y acceso concreto. En áreas como salud y justicia, la discriminación se ve en la ventanilla administrativa”, alerta Pacecca.
Reflejo de la realidad social que la rodea, el aula también alberga estas prácticas. “Por las denuncias –que son pocas–, la primera causa de discriminación en las aulas es por nacionalidad”, apunta Inés Dussel, investigadora del Área Educación de Flacso. Desde hace años trabaja en el desarrollo e implementación de videos y actividades orientadas a que los chicos detecten esas reacciones que marginan y lastiman, para luego tratar de erradicarlas. “En niveles primarios se interiorizan las relaciones sociales, las pautas culturales y otras. Cuando se proyecta sin filtro en edades tempranas, luego en la adultez terminamos discriminando muchas veces a pesar nuestro. Por ejemplo, se naturaliza como lógico que alguien nacido en otro país tenga una categoría de ciudadanía de segunda. Para evitar eso son fundamentales las primeras etapas de la educación. También, el rol de los medios”, apunta Claudio Morgado, presidente del Inadi.
Guillermo Mamani dirige desde hace doce años el periódico Renacer, para la comunidad boliviana en la Argentina.
Lo creó a fines de los ’90, cuando el discurso estigmatizador posaba su mirada acusatoria sobre los inmigrantes de países vecinos.
“La discriminación es una parte constitutiva de la Nación –opina–. Tiene que ver con la valoración del europeo y el menoscabo de los pueblos originarios.
Y en los bolivianos es más visible el origen indígena, por eso creo que la asociación es más étnica que por nacionalidad.” La paradoja que señala resume en una frase la historia de este país: “Se llama migrantes a personas que por lo general son originarias de estas tierras, y quien les dice ‘volvete a tu país’, seguramente tiene un abuelo italiano”.
Down y sida
“La mayor cantidad de denuncias actualmente –informa Morgado– tiene que ver con discapacidad, especialmente en relación con medios de transporte, por incumplimiento en la gratuidad. Pasa en todas las provincias”.
A lo largo de 2009, esta tipología concentró 318 de los 1.649 reclamos registrados en el Inadi. En segundo lugar se ubicaron las denuncias en la categoría de salud, con 202 casos; “la mayoría tiene que ver con desatención de obras sociales”, completa el presidente del organismo que monitorea la discriminación en la Argentina.
“Se sigue usando mucho el término mogólico, que en los orígenes era para referir a los mongoles y por sus rasgos se aplicó a personas con Síndrome de Down. Pero con los años la palabra se desvirtuó y adquirió un tono peyorativo. Encierra, en su esencia, el pensamiento perverso binómico de normal-anormal. Con la manera en que hablamos constituimos realidad”, define Pedro Crespi, director ejecutivo de la Asociación Síndrome de Down de la República Argentina (Asdra).
Según la última y única Encuesta Nacional de Personas con Discapacidad, realizada entre 2002 y 2003, el 7,1 por ciento de los argentinos tiene algún tipo de discapacidad. Es decir, casi dos millones y medio de personas.
El 90 por ciento de quienes eran económicamente activos no conseguía empleo al momento del censo. “Es el mismo porcentaje de niños con discapacidad en edad escolar primaria que no asiste a aulas comunes”, asocia Crespi. “El principal problema es la falta de visibilidad, no se necesitan nuevas leyes, sino que se cumplan las que están. Hay un incumplimiento sistemático del Estado de la ley 24.901”, que garantiza prestaciones básicas en habilitación y rehabilitación integral en favor de las personas con discapacidad.
Y la sociedad también les muestra su rechazo; “en los colegios hay una fuerte resistencia a que los chicos compartan el aula con ellos. El argumento de los padres es: ‘Si mi hijo comparte con
él, se atrasa’”.
En cuanto a marginación por cuestiones de salud, el sida se convirtió, en las últimas décadas, en la más clara enfermedad-estigma. “Se mete al mismo tiempo con los dos núcleos simbólicos más importantes de cualquier comunidad: la sexualidad y la muerte. No existió eso antes en la historia de las enfermedades. De ahí que sea necesario generar normas y redes de contención jurídicas contra la discriminación”, enfatiza Ignacio Maglio, coordinador del Área de Promoción de Derechos de la Fundación Huésped, que junto con la Red de Personas Viviendo con VIH/sida, de Mar del Plata, trabaja en la elaboración de un mapa de estigma y discriminación en el país (en el marco de un proyecto internacional del Programa de las Naciones Unidas sobre VIH/sida), presentado el 1º de diciembre.
Si bien aún hay cierta resistencia por parte de algunas obras sociales y empresas de medicina prepaga, “en materia de asistencia de salud la situación mejoró mucho”. Según Maglio, para combatir la discriminación hacia las personas con VIH tampoco hacen falta nuevas leyes. Desde la Ley Nacional de Sida, sancionada a principios de la década del ’90, se fue construyendo un marco legal que en teoría protege a este colectivo. El problema está en la falta de cumplimiento
de esas normas, silenciosa y disimuladamente. “El foco más grande se sigue dando en el ámbito laboral.
Es algo oculto, porque a nadie se le ocurriría decir te voy a echar porque sos un sidoso”, grafica. “Como la ley plantea que a la persona no se le puede hacer el estudio si no da un consentimiento escrito, muchas empresas lo piden y cuando la gente sabe que está infectada dice que no –relata Maglio–. Entonces, si no firmás no te van a decir que no te dan el empleo por eso, pero…”.
Al tratar de entender la lógica del rechazo a las personas con VIH en el ámbito laboral, se vuelve evidente el poder del estigma discriminatorio.
Porque no hay riesgo alguno para el equipo de trabajo ni para la persona portadora. “Uno se pregunta qué explicación racional hay en términos de costos y no la hay. Antes, la gente se enfermaba mucho y había un costo laboral. Pero con las terapias actuales no –compara–. O sea que sigue estando ese pensamiento mágico donde la discriminación opera como un señalamiento entre lo normal y lo anormal.”
Hace once años, a María Eugenia Gilligan la echaron del trabajo. Se había ausentado una semana por un problema renal y cuando retornó presentó un certificado de apto médico.
“Se ve que estuvieron averiguando porque vieron el sello de un infectólogo. No me dijeron nada, me echaron de un día para otro.” Hoy recuerda el episodio como el puntapié para la lucha contra la discriminación, que encara desde la Red Argentina de Mujeres Viviendo con VIH/sida. “Nos sentimos muy discriminadas en el ámbito ginecológico, muchos no quieren atendernos –cuenta–. También con respecto a los métodos de salud sexual y reproductiva.
Hace años los médicos nos prohibían tener hijos, ahora está comprobado que la transmisión vertical es del 1 por ciento. Pero se necesita un médico que informe y acompañe.” Aunque los casos son muchos, las denuncias escasean: las situaciones contra las que se apunta no son fáciles de probar, y alzar la voz implica romper la confidencialidad, cargar un estigma que puede resultar muy pesado: “Nuestros hijos van al colegio y no lo pueden decir. Pasó de un caso en el que los compañeros se enteraron y le escribieron ‘sidoso’ en el pizarrón”, cuenta María Eugenia. Fue en un aula de séptimo grado.
A lavar los platos
A Patricia siempre le causó indignación la diferencia de trato hacia ella y su socio. Ambos abogados, no recibían igual saludo por parte de la mayoría de los clientes y colegas. “Él era el Dr. Fulano y lo trataban de usted.
“La pobreza es la forma material de la exclusión”, Las olvidadas sintetiza Claudio Morgado, presidente del Inadi.
Yo era simplemente Patricia. Aunque los dos fuéramos profesionales y tuviéramos la misma jerarquía.” La discriminación por género en el ámbito laboral puede reflejarse en gestos cotidianos casi imperceptibles, como el que relata Patricia. O puede ser concreta y cuantificable: sueldos menores por cargos iguales, dificultad en el acceso a puestos jerárquicos, determinados lugares asignados a la mujer y otros vedados para ellas. “La mujer tiene una segregación vertical porque se concentra en determinadas ramas, y una horizontal, que tiene que ver con el acceso diferencial a los puestos jerárquicos.
Sobre todo cuando se trata de tener gente a cargo. Hay un techo de cristal, un tope muy difícil de franquear.
Los empleadores las consideran menos disponibles y, por lo tanto, más caras”, explica la socióloga Norma Sanchís, de la Asociación Lola Mora, abocada a la investigación y capacitación por los derechos de la mujer. El trato diferencial que reciben hombres y mujeres en el trabajo surge de la distinta inserción de unos y otras en el mercado laboral: “Hay patrones culturales que todavía siguen asignando a la mujer el cuidado de los chicos enfermos y los mayores. Si bien los hombres hoy están colaborando más, no se asume de manera igualitaria. Si los dos padres son profesionales, cuando hay que resignar más de un día porque el chiquito sigue enfermo se hace
cargo la mamá. Eso condiciona la inserción de la mujer”.
La inequidad en el acceso de hombres y mujeres al mercado laboral forma parte de los aspectos que hacen al incumplimiento de la Convención para la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (Cedaw). El Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA) es una de las entidades que participó este año del relevamiento de tal incumplimiento.
“El VIH es cada vez más OPINIÓN pobre, más mujer y más joven. Hay una doble carga de estigma sobre estos grupos”, afirma Ignacio Maglio, de la Fundación Huésped.
“La variedad de aspectos en que se incumple la Cedaw es amplia. Los más visibles tienen que ver con salud reproductiva y violencia.
Pero hay otros más silenciosos: discriminación hacia mujeres migrantes y de pueblos originarios, por ejemplo. Ellas tienen una tasa de analfabetismo mayor que los hombres de sus comunidades. Hay muchas cosas que no se ven como discriminación pero hacen a la discriminación”, resume Natalia Gherardi, directora ejecutiva de ELA.
Al fin y al cabo, pobres
En 2009, sólo 37 de las 1.649 denuncias formuladas ante el Inadi se debían a discriminación por razones económicas. En lo que va de 2010, en cambio, esa categoría resulta mayoritaria, con 201 de las 931 denuncias.
La diferencia puede hallar una explicación: la pobreza, aparezca o no como motivo principal de la denuncia, es el factor que atraviesa las más variadas situaciones de discriminación.
“La pertenencia a ese grupo genera situaciones discriminatorias y atraviesa todos los campos. Personas con discapacidad, con orientación sexual diferente a la hegemónica, migrantes, siempre están constituidos desde la exclusión. La pobreza es la forma material de la exclusión”,
sintetiza Claudio Morgado.
La pobreza es, por lo general, la razón que impulsa a dejar sus países a los migrantes. Claro que al llegar a destino no se encuentran con una situación económica fácil. “Hay, por ejemplo, una dificultad en el acceso a la vivienda. Muchas veces los particulares que alquilan no aceptan inquilinos bolivianos o gitanos”, alerta Pacecca, la antropóloga de la ADC.
En otros casos, el estigma actúa a la inversa: se vincula exclusivamente con los colectivos migrantes situaciones de explotación que afectan a los sectores pobres en su conjunto. “Los talleres clandestinos son vistos como un fenómeno reciente que involucra a los bolivianos, cuando en realidad la explotación ocurre en vastos sectores de la población. Pero es más fácil poner la mirada en el otro”, concluye el director del periódico Renacer.
Las enfermedades tampoco afectan por igual a ricos y pobres. “Si uno mira el mapa epidemiológico, se ve que el VIH es cada vez más pobre, más mujer y más joven. Hay una doble
carga de estigma sobre estos grupos”, afirma Ignacio Maglio, de la Fundación Huésped. El ejemplo puede ser crudamente concreto: “Entre las trabajadoras sexuales puede haber tarifas diferenciadas para el sexo con y sin preservativo.Y muchas veces eligen comprar más leche para
los hijos, sabiendo que se están exponiendo a un riesgo”.
En cuanto a la inserción de las mujeres en el ámbito laboral, la pobreza también marca las diferencias. La falta de servicios públicos y la imposibilidad de solventar el cuidado privado de los chicos tienen un efecto determinante sobre la integración –o no– de ellas en el mercado de trabajo.
“Se da un círculo inexorable –explica la socióloga Norma Sanchís–. En los hogares más pobres, con mayor número de niños, mayores demandas de cuidado, cobertura pública insuficiente y escaso acceso a la cobertura privada, está seriamente limitada la posibilidad de las mujeres de insertarse en el mercado laboral.”
En esta Argentina que eligió asentar su origen en sus inmigrantes europeos y renegar de su población originaria; que se deshizo rápidamente y casi sin dejar rastros de sus esclavos negros y que hizo del término negrada uno de sus usos peyorativos más difundidos, la estigmatización del pobre y del morocho van de la mano. No es algo que suela denunciarse; expresiones como sos un negro o trabajé como un negro, están demasiado instaladas como para llamar la atención. Y la morochez, tan argentina y tan negada a la vez, se convierte en un factor discriminatorio invisible. Salvo, claro, para quienes sienten esa marginación en carne propia. Así lo cuenta Teresa, desde Ramos Mejía: “Mi hijo estaba en casa con un amigo; bajó a abrirle y vio el vidrio roto de su auto. Se estaba acercando cuando aparecieron dos policías y uno le pegó una patada en el pecho. Así de una, sin preguntar nada. Como madre me duele ver cómo se lo discrimina por ser morocho, porque yo sé cómo es como persona.
Cuando me contó que le habían pegado me indigné, quería ir a hacer la denuncia, pero todos me dijeron que no hiciera nada porque se iban a vengar. Es un nivel de discriminación que se vuelve un peligro, porque si no era una patada era un tiro”.
Las olvidadas
La discriminación por género no sólo pesa sobre las mujeres. En la Argentina, elegir una identidad sexual trans equivale a no tener derechos. “La principal discriminación es el no respeto
de nuestra identidad de género porque no tenemos acceso a políticas públicas y a todos los derechos de cualquier ciudadano. Nosotras decimos que seguimos siendo las olvidadas de la democracia”, sintetiza Marcela Romero, presidenta de la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgénero de la Argentina (Attta).
A diferencia de la mayor parte de los sectores discriminados, donde el problema no radica en la falta de leyes sino en su incumplimiento, aquí el reclamo fundamental pasa por la aprobación de una norma que reconozca la identidad sexual trans. “Lo que pedimos es que se apruebe la ley de identidad de género. Que se deroguen las contravenciones y no nos persigan. En Formosa,Neuquén y La Rioja siguen existiendo contravenciones por travestismo.
La sociedad ya está capacitada y nos entiende, porque convivimos con ella –opina Romero–. Donde sentimos que no podemos avanzar es en relación con el Estado.”
La titular de Attta recalca que las situaciones de discriminación y represión son mucho más fuertes en las provincias (sobre todo en Salta, Jujuy y Mendoza) que en la Ciudad de Buenos Aires, aunque “se muestra como una Buenos Aires muy diversa pero nos siguen haciendo actas y llevando a la fiscalía”.
El no reconocimiento a su identidad sexual y sus derechos como ciudadanas se traduce en una falta de oportunidades laborales: “Entonces, la mayoría se convierte en trabajadora sexual y también hay una persecución por eso”. Se trata, en suma, de “luchar contra la transfobia”.
CÓMO CONECTARSE
Asociación de Travestis,Transexuales
y Transgénero de la Argentina
www.attta.org.ar
Asociación Indígena de la
República Argentina
4921-1789
http://asociacionaira.blogspot.com
Asociación Lola Mora
4774-8475
contacto@asociacionlolamora.org.ar
Asociación por los Derechos Civiles
5236-0555
www.adc.org.ar
Asociación Síndrome
de Down de la República Argentina
4777-7333 / 6145
asdra@asdra.org.ar
Centro Islámico
de la República Argentina
4931-3577
info.cira@islam.com.ar
Delegación de Asociaciones
Israelitas Argentinas
4378-3200
Equipo Latinoamericano
de Justicia y Género
4515-1060
www.ela.org.ar
Facultad Latinoamericana
de Ciencias Sociales
5238-9300
Fundación Huésped
4981-7777
Fundación Invisibles
www.invisibles.org.ar
Instituto Nacional contra la Discriminación,
la Xenofobia y el Racismo
4340-9400
Red Argentina de Mujeres
Viviendo con VIH Sida
4866-0550
informes@ramvihs.org.ar
Red Internacional de Prevención
del Abuso y Maltrato en la Vejez
www.inpea.net
Renacer
www.renacerbol.com.ar
CÓMO CONECTARSE
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