Enseñanzas sobre la vacuidad
Kenpo Tsultrim Rimpoché
Me han pedido que comente alguna de las oraciones por la autoliberación de todos los seres compuestas por Guru Rimpoché (1). Y he elegido una que hizo para instrucción del monje Namkha’i Nyingpo.
La primera estrofa dice lo siguiente:
“Todas las formas que aparecen ante los ojos y la vista,
todas las cosas de fuera y de dentro,
los alrededores y sus habitantes,
aparecen, pero déjalas que permanezcan donde no tienen fundamento.
Cuando purificamos perceptor y percibido
son el cuerpo de la deidad, clara vacuidad.
Al guru para quien el deseo se libera a sí mismo,
a Orgyen Pema Jungnay (2), yo le suplico”.
Lo que aparece ante los ojos son las formas, que están hechas de figuras y colores. De modo que todo lo que está compuesto de figuras y colores se incluye en la llamada ‘conciencia de la forma’, y se encuentra en todos los aspectos del entorno en que vivimos, además de en los propios seres vivos que lo habitan. ¿Pero cuál es su verdadera naturaleza?: son meras apariencias que surgen de manera dependiente, sin una esencia real. En la naturaleza permanente de la realidad, su ser es vacuidad. Y a pesar de ser vacuidad, aparecen. Son apariencia-vacuidad como el arcoiris, la luna en el agua, o las imágenes en un espejo. Todos los objetos que aparecen ante los ojos son apariencia-vacuidad de manera indiferenciable.
Como escribe Nagarjuna en su “Sabiduría fundamental del Camino Medio”:
“Como un sueño, como una ilusión,
como una ciudad de gandharvas (3),
así es como el nacimiento y la vida,
así es como la muerte, llegan a ser”.
El significado de esta estrofa y el de la oración de Guru Rimpoché son exactamente el mismo. Así son realmente las formas. Son apariencia-vacuidad de modo indiferenciable. Pero los seres sensibles no lo ven porque creen que las cosas existen verdaderamente, y sus pensamientos se aferran a la existencia verdadera de las apariencias y oscurecen la apariencia-vacuidad que es su auténtica naturaleza. Esta es la razón por la que practicamos el dharma: para deshacernos de la creencia en que las apariencias existen realmente y darnos cuenta de que su esencia es apariencia-vacuidad indistinguibles.
Es como cuando soñamos sin saber que lo estamos haciendo. Las apariencias en el sueño son apariencia-vacuidad, aunque la convicción de que existen nos impide verlo. Porque, aunque las apariencias del sueño sean apariencia-vacuidad y no tengan verdadera existencia, parecen reales cuando no se sabe que se está soñando. Creemos que esos sueños son reales y tenemos experiencias que parecen confirmarlo.
Pero por mucho que nos aferremos a las apariencias en el sueño, eso no cambia el hecho de que sean lo que son: inalterablemente apariencia-vacuidad. Sin embargo, cuando soñamos y somos conscientes de ello, somos libres de los pensamientos que fijan las apariencias como verdaderamente existentes. Somos libres de esa oscuridad y así podemos experimentar las apariencias justo como lo que son: apariencia-vacuidad. Y ello nos capacita para hacer cosas maravillosas, como volar por el cielo, atravesar grandes montañas o viajar a los reinos puros. Todo esto es posible cuando reconocemos un sueño como lo que es, y de esa manera dejamos de estar bloqueados por la creencia en que las apariencias existen realmente.
Durante la vigilia, aunque estemos en medio del mundo y de los otros seres, la oración que estamos comentando dice: “Déjalos que permanezcan donde no tienen fundamento”. Es decir: déjales que estén ahí sin apegarte a ellos como si fueran realmente existentes. Déjalos estar en su verdadero estado de apariencia-vacuidad. Cuando lo hacemos, la creencia en que hay ahí fuera un objeto auténtico que percibir y un sujeto verdadero que percibe se disuelve. Y la creencia en la dualidad sujeto percibidor y objeto percibido queda purificada.
Si esto sucede, todo brilla como luminosa vacuidad, claridad-vacuidad. Y en ese momento estamos preparados para meditar en la divinidad, porque el cuerpo luminoso de las deidades es también pura apariencia-vacuidad. Aparece aunque sea vacuo, y es vacuo aunque aparezca; igual que el arcoiris. Meditamos en la deidad y todas las cosas se convierten en el cuerpo de la deidad, esa apariencia-vacuidad.
Cuando todos los fenómenos del mundo físico que nos rodea brillan como si fueran el palacio inconmensurable y vacuo de la deidad, y todos los seres vivos resplandecen como si ellos también fueran los cuerpos luminosos y vacuos de las deidades, entonces todos los deseos se liberan por sí mismos. Quedan autoliberados. Los pensamientos de deseo no vienen de ningún lugar y no van hacia ningún lugar. No aparecen y no cesan. Por tanto, desde el instante en que son libres de ir y venir, de aparecer y desaparecer, los deseos se autoliberan. Es por esto por lo que la estrofa dice: “Al guru para quien el deseo se libera a sí mismo, a Orgyen Pema Jungnay yo le suplico”.
La segunda estrofa de la oración dice:
“Todos los sonidos que aparecen ante los oídos y la audición,
ya los consideres agradables o no,
déjalos que permanezcan en el reino del sonido en vacuidad,
fuera de todo pensamiento, más allá de cualquier imaginación.
Los sonidos son vacuos, no surgen y no cesan,
esto es lo que consigue la enseñanza del Victorioso.
A las enseñanzas del Victorioso (4), sonido y vacuidad,
A las enseñanzas de Orgyen Pema Jungnay yo le suplico”.
Lo que aparece ante los oídos es sonido. ¿Y cuál es la naturaleza de esta fuente de conciencia que es el sonido? De hecho, los sonidos que oímos son como sonidos en un sueño. Su naturaleza básica es también apariencia-vacuidad. Aparecen aunque sean vacíos, y son vacíos aunque aparezcan.
Solemos distinguir dos tipos de sonidos: los que encontramos placenteros y los que no. Ambos, sin embargo, son igualmente apariencia-vacuidad; igual que los sonidos en un sueño, son sonido-vacuidad. Si reconocemos esto y meditamos en el mandala de las deidades, entonces todos los sonidos del mundo manifestado son el sonido natural del mantra de la deidad: sonido y vacuidad.
De entre los ocho dharmas mundanos (5), cuatro de ellos se relacionan con el sonido: los sonidos placenteros, los desagradables, los elogios y las críticas. Necesitamos desprendernos del apego a los ocho dharmas mundanos, y para ello es preciso darnos cuenta de que los sonidos son solo sonido-vacuidad. Entonces dejaremos de estar atrapados por los sonidos placenteros y las alabanzas, y dejaremos de estar reñidos con los sonidos desagradables y las críticas.
En el sueño, todas las palabras de elogio y de crítica, todos los sonidos que nos gustan y los que no, son igualmente sonido-vacuidad. No tienen en absoluto ninguna naturaleza inherente. Pero si no sabemos que estamos soñando, pensamos que existen realmente, y experimentamos felicidad y sufrimiento. Por eso Guru Rimpoché recomienda:
“Déjalos que permanezcan en el reino del sonido en vacuidad, fuera de todo pensamiento, más allá de cualquier imaginación”. Se trata de una instrucción para permanecer libre de apego a los sonidos como algo real. En su naturaleza básica no son más que sonido y vacuidad, de modo que déjalos estar y relájate. Instalémonos en nuestra naturaleza básica, e incorporemos a ella la naturaleza del sonido que es sonido-vacuidad.
Si incluso el propio cuerpo iluminado del Buda era apariencia-vacuidad, el sonido de sus palabras hubo de ser forzosamente apariencia-vacuidad. Cuando sabemos que todos los sonidos carecen de naturaleza inherente del mismo modo, entonces se vuelven como el sonido de las enseñanzas del Buda y manifiestan el sonido resonancia-vacuidad de sus palabras.
En los inicios de este siglo XXI, allá donde vayamos hay aparatos de radio sonando, grabadoras, televisiones, películas, el mundo está abarrotado de sonidos. Por lo tanto, es fundamental para nosotros saber que carecen de naturaleza inherente. Actualmente, momento a momento, los sonidos pueden atravesar el globo y cambiar los sentimientos de mucha gente a la vez: de la felicidad al sufrimiento o viceversa. Por el simple hecho de oír unos pocos sonidos los sentimientos de millones de personas pueden transformarse. Pero, por el contrario, también se ha vuelto muy fácil darse cuenta de que los sonidos son sólo sonido-vacuidad, ya que si uno hace una llamada telefónica al mediodía desde América y llama a otra persona que esté en otro país, puede que allí sea medianoche, o tal vez esté amaneciendo. Por tanto, ¿a qué hora se está haciendo la llamada? A través de este tipo de reflexiones podemos reconocer fácilmente que el sonido no es más que sonido-vacuidad. Si llamamos desde América por teléfono a alguien que esté en la India, si en América es de día, en la India será de noche: una boca mediodía hablándole a un oído medianoche, ¡al mismo tiempo! Si los sonidos tuvieran una existencia real, esto sería imposible: sería una contradicción que un sonido fuera elaborado durante el día para ser oído, simultáneamente, durante la noche. Pero no hay contradicción cuando comprendemos que solo se trata de sonido-vacuidad.
Igualmente, en nuestros días una persona famosa puede estar dando una charla y ser difundida a la vez en todo el mundo. Sus partidarios estarán encantados oyéndole; pero sus detractores pensarán que es fastidioso tener que hacerlo. Habrá también a quienes les resulte indiferente y no reaccionen ni a favor ni en contra. Si nos preguntamos: “¿Qué es el sonido realmente? ¿Es bueno o malo?”, veremos de nuevo que su verdadera naturaleza es inexpresable. En la actualidad los sonidos se emiten hacia el espacio vacío, y llegan a los edificios vacíos y a los coches vacíos. Es importante para nosotros ser capaces de examinar los sonidos y sus fuentes para ver que son sonidos-vacuidad, porque muchos de los sufrimientos que experimentamos proceden de sonidos que oímos. Necesitamos adiestrarnos en la comprensión del sonido tal y como se presenta en las enseñanzas de El Camino Medio, que dicen que en la auténtica realidad los sonidos carecen de cualquier esencia. En la realidad aparente, surgen de forma condicionada y son meras apariencias.
Como el glorioso Chandrakirti escribió:
“Cada cosa no surge sin causa, como obra de Ishvara,
ni surge de sí misma, ni de otra, ni de ambas;
por consiguiente está claro que las cosas surgen
en perfecta dependencia de sus causas y condiciones”.
Las cosas no surgen de ninguna de estas cuatro posibilidades extremas: ni de sí mismas, ni de otras, ni de ambas, ni sin causa, y además no existe una quinta posibilidad. Por tanto no surgen verdaderamente, no llegan a la existencia, no suceden. Entonces, ¿en qué consiste su apariencia? Son como las cosas que pasan en los sueños, como la luna cuando se refleja en un estanque, como la apariencia de una ilusión. Así es el surgimiento dependiente de los fenómenos. Por tanto, dado que los sonidos no tienen realidad propia, y dado que en la realidad relativa son meras apariencias que surgen de manera condicionada, todos los sonidos son simplemente sonido-vacuidad. Cuando recitamos mantras, los mantras son también sonido-vacuidad.
Al final de la estrofa, elevamos nuestra súplica a Guru Rimpoché porque, aunque sepamos que los sonidos son sonido y vacuidad, estamos impedidos para realizar esto de forma directa por nuestros pensamientos que se aferran a los sonidos como verdaderamente existentes. Por lo tanto suplicamos la bendición de Guru Rimpoché para que esos pensamientos puedan disolverse, y cuando se disuelvan entonces reconoceremos que la verdadera naturaleza del sonido es sonido-vacuidad.
La tercera estrofa es como sigue:
“Todos esos movimientos de la mente hacia sus objetos,
esos pensamientos que elaboran los cinco venenos y aflicciones...
deja que la mente pensante permanezca sin estratagemas,
ni revuelvas el pasado ni adelantes el futuro;
si dejas que cada movimiento ocupe su propio lugar,
eso produce la liberación en el Dharmakaya (6).
Al guru para quien la conciencia se libera a sí misma,
a Pema Jungnay Orgyen le suplico”.
Para los seres ordinarios, la mente es discursiva. Se mueve hacia objetos y hacia los tres tiempos. Está pensando constantemente sobre una cosa u otra. Y lo hace movida por los cinco venenos (7): cuando la mente encuentra un objeto que le gusta, genera pensamientos de apego; cuando encuentra un objeto que le disgusta, surgen los pensamientos de aversión y de odio; cuando juzga que algo es incorrecto, se mueve hacia ese objeto con desconcierto; cuando cree que alguien tiene cualidades que no debería tener, se vuelve hacia sí mismo con arrogancia; y cuando la mente ve a cualquier otra persona con cosas que ella no tiene, entonces genera la envidia. De esta forma es como los cinco venenos mueven de forma constante la mente. “Deja que la mente pensante permanezca sin estratagemas”.
Cuando notes que los pensamientos relativos a los cinco venenos están moviendo tu mente, no intentes atrapar nada, no intentes cambiar nada, ni revivas los problemas del pasado esperando que sucedan nuevas cosas, ni anticipes todos los tipos de estados mentales problemáticos que puedes experimentar en el futuro. “No revuelvas el pasado, ni adelantes el futuro”. Sólo deja que la mente se relaje como si todo estuviera bien ‘en este momento’.
No necesitamos prevenir que surjan deseos, ni necesitamos detener los pensamientos de odio o de celos una vez han aparecido. Ni intentamos prevenir nada, ni cambiar nada; simplemente no tomamos ninguno de esos movimientos de la mente como verdaderamente existentes. Esta es la instrucción, pues no podemos impedir que los pensamientos de los cinco venenos surjan por mucho que lo intentemos. Ni podemos hacerlo, ni tenemos que hacerlo. Todo lo que hay que hacer es reconocer que esos pensamientos carecen por completo de ninguna esencia.
¿Cómo conseguimos actuar así? Siempre que un pensamiento surge, lo miramos directamente con el ojo de la sabiduría y permanecemos en su naturaleza básica. Cuando actuamos de esa manera, todos los pensamientos y todos los estados de perturbación de la mente se liberan en el Dharmakaya. Se autoliberan. Esto es la conciencia, y esta conciencia es conciencia-vacuidad. Puesto que esta conciencia-vacuidad es pura en su naturaleza, cualquier oscurecimiento carece de esencia. De este modo la conciencia se autolibera a sí misma. Es completamente libre.
Todos los pensamientos son Dharmakaya en su naturaleza propia. El Dharmakaya es luminosidad, es conciencia, es éxtasis. ¿Y cómo experimentamos el Dharmakaya en meditación? Abandonando las estratagemas, permaneciendo sin artificio alguno, en perfecta serenidad; así es la experiencia del Dharmakaya.
¿Y cómo es la conciencia-vacuidad? Milarepa (8) la describe del modo siguiente en la canción “Las diez comparaciones”:
“Cuando conoces la verdadera naturaleza de todo lo que puede ser conocido
la sabiduría toma conciencia de que la verdadera naturaleza es como un cielo sin nubes.
Cuando el barro se deposita en el fondo y el río de la mente es como un cristal transparente
la conciencia que surge por sí misma es como el brillo de un espejo completamente limpio”.
Y así vemos a qué se parece la vacuidad, a qué se parece la conciencia, y comprendemos que ambas son indiferenciables.
Resumiendo, esta oración es una manera de manifestar nuestra propia naturaleza básica. Suplicamos al guru que nos bendiga para que podamos manifestar la conciencia-vacuidad que es la verdadera naturaleza de nuestra mente. Y es una oración para que todas las apariencias se autoliberen y se muestren como el cuerpo luminoso de la deidad, para que todos los sonidos igualmente se autoliberen como la palabra luminosa de la deidad, y para que todos los pensamientos se autoliberen en su realidad esencial misma.
La última estrofa de la oración sintetiza todo ello:
“Concedednos vuestra bendición que purifica las apariencias de los objetos percibidos como externos;
concedednos vuestra bendición que libera a la mente que percibe, la operación mental que aparentemente se produce en nuestro interior;
concedednos vuestra bendición para que entre estos dos aspectos surja la clara luz y podamos reconocer nuestro verdadero rostro.
Por vuestra compasión, Sugatas (9) de los tres tiempos, bendecidme para que una mente como la mía sea libre”.
Concedednos vuestras bendiciones para que todo apego a los objetos de fuera como verdaderamente existentes se autolibere. Concedednos vuestras bendiciones para que todos los pensamientos interiores se autoliberen.
Concedednos vuestras bendiciones para que, entre esos dos extremos, surja la claridad luminosa, Dzogchen, y reconozcamos nuestro propio rostro. En vuestra compasión, Budas realizados de los tres tiempos, concedednos vuestras bendiciones para que yo y todos los seres sensibles podamos liberarnos de la esclavitud del samsara.
Concedednos vuestras bendiciones para que yo y todos los seres sensibles podamos liberarnos de la esclavitud de la creencia en que la dualidad existe verdaderamente. Concedednos vuestras bendiciones para que todos nuestros conceptos de dualidad se autoliberen.
NOTAS:
1. Guru Rimpoché es una de las principales figuras en el budismo tibetano. El nombre significa “precioso maestro” y es la idealización del personaje histórico que, proveniente de India, introdujo el budismo en el siglo VIII en Tíbet: Padmasambava.
2. Orgyen Pema Jungnay es la traducción al tibetano del nombre sánscrito Padmasambava, que significa literalmente “nacido de un loto”.
3. Los gandharvas son espíritus del aire, de los bosques y de las montañas. Su forma es medio humana medio animal y destacan por su destreza musical, su habilidad con los caballos y su poder para crear ilusiones. Son los asistentes de los dioses y a menudo combaten contra los héroes humanos.
4. “El Victorioso” es un apelativo que suele atribuírsele a Buda. En este caso se aplica a Guru Rimpoché, considerado el segundo Buda de nuestro ciclo temporal.
5. Los ocho dharmas mundanos son: la ganancia y la pérdida, el placer y el dolor, los elogios y las críticas, y la fama y la mala reputación. Y son los asuntos que nos atenazan, o nos desorientan, en el camino espiritual.
6. El dharmakaya es uno de los tres kayas (cuerpos) del Buda, el superior: la iluminación misma, la sabiduría sin punto de referencia. Los otros dos son: el sambhogakaya, o cuerpo de gozo; y el nirmanakaya, que representa el cuerpo manifestado en el mundo, por ejemplo, el Buda que conocemos.
7. Los cinco venenos son: el apego, el rechazo, la duda, la arrogancia y la envidia. Los tres últimos son una distinción más elaborada del clásico tercer veneno: la ignorancia.
8. Milarepa (1040-1123) es el santo nacional de Tíbet. Discípulo de Marpa, fundador del linaje Kagyupa, alcanzó las más elevadas cotas de iluminación que puede lograr un ser humano. De todo ello dio testimonio en sus cantos, que aún siguen cantándose entre los tibetanos. Kenpo Rimpoché, el autor de este artículo, es considerado una reencarnación de Milarepa, y de hecho gran parte de su enseñanza se basa en los cantos de Milarepa.
9. Sugatas: sinónimo de los Buda.
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